Las costumbres sucesorias en el mundo andino. (2da parte)
Por : Eddy W. Romero Meza
En tiempos tempranos, muchas veces el mando recaía sobre algún guerrero de valor y habilidad sobradamente demostrada. (recordemos a los Sinchis o jefes militares de los ayllus). Sin embargo esto que es generalizable a diversas etnías del mundo, toma visos diferentes en el Perú, dado el pronto surgimiento de complejos sistemas sucesorios. Así por ejemplo el criterio occidental de la primogenitura, no se toma en cuenta en la medida que muchos pueblos (el señorío chincha por ejemplo), prefieren escogen como señor o jefe, al más “virtuoso y competente”, sin importar que fuera hijo, tío, hermano o sobrino del gobernante fallecido.
Esta ausencia de primogenitura, se hace patente entre los señoríos de Piura, donde todos los hijos e hijas del curaca podían pretender el poder. Sobre esto último es interesante recordar las crónicas que mencionan la existencia en la costa norte, de mujeres principales o mujeres curaca, (hecho que origino gran admiración entre los conquistadores), quienes gobernaban bajo el titulo de “Capullanas”. Esto sumado a la enorme influencia que tuvo la Coya en las sucesiones incaicas, demuestra lo cuestionable y erróneo que es hablar de patriarcados en el mundo andino.
Otro ejemplo de sucesión, corresponde al señorío de Lambayeque, donde destacan las “sucesiones generacionales”, es decir la transmisión del mando de hermano a hermano antes de pasar a los hijos. El poder así podía ser asumido sucesivamente por los hermanos del gobernante fallecido, hasta pasar a alguno de sus vástagos.
La ausencia de leyes específicas sobre la herencia del poder, fue causa principal para el estallido de conflictos entre algunos pueblos de los andes. Fue el caso de los incas, dado que a la muerte del “hijo del sol” o sapa inca, las panacas reales se enfrascaban en duras luchas por hacerse del poder, siendo frecuente el aniquilamiento de algunos miembros del bando enemigo.
Los cronistas del siglo XVI, dieron por sentado que en el incario, heredaba la mascaipaicha el primogénito. Sin embargo debemos recordar que esta creencia, divulgada en Europa sobre todo por Garcilaso en los Comentarios Reales, obedece a la imperiosa necesidad del cronista de ajustar los hábitos sucesorios incaicos (matrilineales y colaterales), a una realidad donde la sucesión patrilineal era predominante.
Recordemos que entre los incas la herencia pasaba al hijo de la hermana del soberano, o sea la Coya (esposa real), la que poseía a su vez también ascendencia divina (y por ende un elemento legitimador para el futuro candidato a la borla imperial). Nótese que al hablar de Coya, no necesariamente se alude a la hermana de padre y madre del inca, sino también a una posible media hermana, prima o mujer de su linaje. La palabra panaca, proviene de pana (hermana), lo que nos lleva nuevamente a la idea de lo determinante que fue la Coya y las panacas reales (siempre exógamas y matrilineales) en la designación del nuevo gobernante de los cuatro suyos.
Texto publicado en la Revista educativa y cultural "Educrítica" N° 2 (2008).
Por : Eddy W. Romero Meza
En tiempos tempranos, muchas veces el mando recaía sobre algún guerrero de valor y habilidad sobradamente demostrada. (recordemos a los Sinchis o jefes militares de los ayllus). Sin embargo esto que es generalizable a diversas etnías del mundo, toma visos diferentes en el Perú, dado el pronto surgimiento de complejos sistemas sucesorios. Así por ejemplo el criterio occidental de la primogenitura, no se toma en cuenta en la medida que muchos pueblos (el señorío chincha por ejemplo), prefieren escogen como señor o jefe, al más “virtuoso y competente”, sin importar que fuera hijo, tío, hermano o sobrino del gobernante fallecido.
Esta ausencia de primogenitura, se hace patente entre los señoríos de Piura, donde todos los hijos e hijas del curaca podían pretender el poder. Sobre esto último es interesante recordar las crónicas que mencionan la existencia en la costa norte, de mujeres principales o mujeres curaca, (hecho que origino gran admiración entre los conquistadores), quienes gobernaban bajo el titulo de “Capullanas”. Esto sumado a la enorme influencia que tuvo la Coya en las sucesiones incaicas, demuestra lo cuestionable y erróneo que es hablar de patriarcados en el mundo andino.
Otro ejemplo de sucesión, corresponde al señorío de Lambayeque, donde destacan las “sucesiones generacionales”, es decir la transmisión del mando de hermano a hermano antes de pasar a los hijos. El poder así podía ser asumido sucesivamente por los hermanos del gobernante fallecido, hasta pasar a alguno de sus vástagos.
La ausencia de leyes específicas sobre la herencia del poder, fue causa principal para el estallido de conflictos entre algunos pueblos de los andes. Fue el caso de los incas, dado que a la muerte del “hijo del sol” o sapa inca, las panacas reales se enfrascaban en duras luchas por hacerse del poder, siendo frecuente el aniquilamiento de algunos miembros del bando enemigo.
Los cronistas del siglo XVI, dieron por sentado que en el incario, heredaba la mascaipaicha el primogénito. Sin embargo debemos recordar que esta creencia, divulgada en Europa sobre todo por Garcilaso en los Comentarios Reales, obedece a la imperiosa necesidad del cronista de ajustar los hábitos sucesorios incaicos (matrilineales y colaterales), a una realidad donde la sucesión patrilineal era predominante.
Recordemos que entre los incas la herencia pasaba al hijo de la hermana del soberano, o sea la Coya (esposa real), la que poseía a su vez también ascendencia divina (y por ende un elemento legitimador para el futuro candidato a la borla imperial). Nótese que al hablar de Coya, no necesariamente se alude a la hermana de padre y madre del inca, sino también a una posible media hermana, prima o mujer de su linaje. La palabra panaca, proviene de pana (hermana), lo que nos lleva nuevamente a la idea de lo determinante que fue la Coya y las panacas reales (siempre exógamas y matrilineales) en la designación del nuevo gobernante de los cuatro suyos.
Texto publicado en la Revista educativa y cultural "Educrítica" N° 2 (2008).
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